Los nómadas digitales llegan a Ciudad de México y los precios de la vivienda suben
CIUDAD DE MÉXICO — El ornamentado edificio Art Déco hogar de Karina Franco en el centro histórico de Ciudad de México fue durante mucho tiempo epicentro de un estilo de vida en el centro de la ciudad, albergaba a familias de artistas y activistas y sostenía un ecosistema de vendedores ambulantes.
Pero cuando la pandemia trastornó las normas de trabajo en las oficinas, una oleada de trabajadores a distancia de todo el mundo llegó a la capital de México. El flujo de extranjeros aún no se ha frenado, lo que ha provocado un aumento del precio de la vivienda, ha desplazado a los residentes y ha alterado el tejido social de los barrios.
En agosto, el casero comunicó a Franco y a los demás inquilinos de su edificio que no les renovaría el contrato. Pronto aparecieron algunas unidades en Airbnb —a precios más de cuatro veces superiores al alquiler mensual— y nuevos vecinos, en su mayoría de habla inglesa, llenan ahora los pasillos.
“Primero fue un shock muy fuerte”, dijo Franco, de 47 años, una trabajadora por los derechos de los migrantes que encontró un nuevo apartamento en otra parte de la ciudad. “Después, mucho enojo”.
Karina Franco vivió en su apartamento del centro de Ciudad de México durante 15 años, antes de verse obligada a abandonarlo para dar paso a más alquileres de corta duración destinados a turistas y nómadas digitales.
A partir de la pandemia, Ciudad de México se ha convertido en un centro global líder para extranjeros libres de la obligación de ir a sus oficinas, favorecidos por las políticas de trabajo remoto y atraídos por el tipo de comodidad que permite un salario en dólares o euros.
Entre enero y octubre, se emitieron más de 9500 permisos a estadounidenses para residir temporalmente en Ciudad de México, según las estadísticas federales de inmigración, casi el doble de los 5400 emitidos en el mismo período en 2019. Muchos más entraron con visas de turista, que les permiten trabajar desde México hasta por seis meses, siempre y cuando reciban su paga en el extranjero.
La afluencia ha sido una bendición para los dueños de negocios en zonas populares entre los extranjeros y los propietarios de inmuebles que aprovechan la demanda récord de estancias a largo plazo en plataformas como Airbnb. También ha ayudado a los mexicanos con habitaciones libres a obtener ingresos extra en medio de la creciente inflación.
Pero el aumento ha sacudido el ya de por sí tenso mercado de la vivienda, y amenaza con hacer inasequibles para muchos mexicanos amplias franjas de la ciudad, donde el salario promedio mensual es de 220 dólares.
La jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, de izquierda, ha tratado de sortear los cambios del mercado al acoger a los recién llegados y asociarse con Airbnb en una campaña que promueve la ciudad como “capital del turismo creativo” y anima a los extranjeros a gastar dinero en los barrios menos acomodados.
Pero mientras el aumento de visitantes estadounidenses y europeos impulsa una rápida expansión de Airbnb, la alianza de la jefa de Gobierno con el gigante del alquiler ha encendido una polémica que ya ha envuelto a la plataforma en otras grandes ciudades, desde Londres a Nueva York y San Francisco, donde los críticos la han acusado de disparar el precio de la vivienda.
Los activistas de la vivienda, recelosos de la gentrificación y la escasez de viviendas de alquiler en la capital, acusan a los dirigentes de la ciudad de impulsar una “colonización” moderna que está expulsando a muchos mexicanos.
Sergio González, un activista de la vivienda, dijo que habría “una bronca fuerte” si el gobierno de la ciudad no regula el mercado de la vivienda en un momento en que los trabajadores a distancia están dando lugar a “el desplazamiento forzado de familias”.
En medio de la reacción, la jefa de Gobierno ha reconocido que los trabajadores a distancia estadounidenses y europeos pueden estar ejerciendo presión sobre los precios de la vivienda y ha ordenado a la autoridad de vivienda de la ciudad que estudie el efecto de Airbnb.
“Están llegando nómadas digitales”, dijo Sheinbaum a la prensa en noviembre. “Obviamente no queremos que esto signifique gentrificación ni aumento de precios”.
De acuerdo con Airbnb, entre abril y junio de este año, el número de estancias reservadas con más de un mes de duración en Ciudad de México aumentó 30 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2019, lo que convirtió a la capital en uno de los destinos más populares a nivel mundial entre quienes rentan a largo plazo.
En los barrios de Condesa y Roma, cuyos exuberantes paisajes urbanos y dinámicas escenas gastronómicas los han hecho atractivos para los residentes más adinerados desde hace mucho tiempo, han proliferado los espacios de trabajo compartido que ofrecen cubículos y café gratis.
Los angloparlantes salen a borbotones de los cafés y, los domingos, las cantinas se llenan de jóvenes con camisetas deportivas y las televisiones cambian el fútbol por el fútbol americano.
La campaña de la ciudad con Airbnb, que está previsto que se despliegue por completo en el sitio web de la plataforma a principios del año que viene, pretende dispersar a las multitudes. Promoverá actividades guiadas, diseñadas con la ayuda de la UNESCO, la organización cultural de las Naciones Unidas, en barrios que no suelen recibir un gran número de visitantes, según la empresa y las autoridades municipales. Airbnb también proporcionará información sobre cómo mudarse a México, incluidos los requisitos para obtener una visa.
Miroslava Miyarath Lazcano Cruz, quien ha ofrecido tours a través de Airbnb desde 2019, lanzó en octubre un nuevo tour de Xochimilco, el barrio de clase trabajadora donde vive, que sirve como modelo para el programa.
El recorrido incluye preparar tamales con ingredientes seleccionados a mano y flotar por la famosa red de antiguos canales del barrio.
La experiencia ha tenido una gran demanda, ya que presenta a los turistas los mercados y las costumbres de una parte de la capital menos explorada por los visitantes. Lazcano Cruz dijo que los visitantes que han llegado a través de Airbnb tienen “una visión y una sed de conocer el espacio de una manera diferente”.
Suvi Haering, una directora creativa finlandesa que llegó a la Ciudad de México en noviembre después de dos meses trabajando a distancia desde Francia, dijo que trabajar y vivir en México “te empuja a cuestionar tus propias opiniones”.
“Es el polo opuesto de donde vengo, de ahí que sea el lugar más inspirador al que puedo ir”, dijo Haering, mientras comía en un restaurante de la colonia Roma con una amiga, una directora de proyectos de Dinamarca, que se hospedaba con ella en un Airbnb cercano.
El aumento del número de extranjeros que viven en Ciudad de México ha coincidido con una subida de las rentas. Los alquileres mensuales promedio en toda la ciudad han pasado de 880 dólares en enero de 2020 a 1080 dólares en noviembre, según datos de Propiedades.com, un sitio web inmobiliario.
El aumento ha sido mayor en los barrios más exclusivos. En una porción de la Condesa que colinda con el Parque Chapultepec, uno de los espacios verdes más grandes de la ciudad, los alquileres mensuales subieron de 1610 dólares en enero de 2020 a 2250 dólares en noviembre, impulsados principalmente por la llegada de trabajadores remotos, dijo Leonardo González, analista de Propiedades.com.
Muchos encuentran casas a corto plazo en Airbnb, lo que reduce la oferta disponible de alquileres a largo plazo, dijeron los expertos en vivienda.
Ciudades de todo el mundo, como Barcelona, Londres y Nueva York, donde los precios de la vivienda han aumentado considerablemente, colocaron en su punto de mira a Airbnb e impusieron normas más estrictas para los alquileres a corto plazo.
En México, un portavoz de Airbnb dijo que la compañía estaba trabajando con funcionarios del gobierno “para ser parte de la solución a los retos que enfrentan las comunidades en Ciudad de México”.
La empresa también destacó los beneficios económicos para las personas que alquilan habitaciones en la plataforma: más de la mitad de los anfitriones de Airbnb encuestados recientemente por la compañía en Ciudad de México dijeron que los ingresos extra les ayudaron a cubrir un aumento en los costos de los alimentos impulsados por la inflación.
Para Leonor González, los ingresos de un Airbnb que empezó a alquilar en 2020 en un estado limítrofe con Ciudad de México le permitieron seguir pagando a sus empleados durante la pandemia, cuando su negocio de instalación de espacios para convenciones se paralizó.
A finales de ese año, también puso a disposición un nuevo apartamento, un elegante loft en Ciudad de México, por 71 dólares la noche en Airbnb. Según González, ha sido reservado casi sin parar, normalmente por estadounidenses que trabajan a distancia durante más de una semana.
“La verdad es que no hay ningún local que quiera rentar ahorita”, dijo de su barrio, la colonia Condesa. Ahorita es extranjeros”.
Los funcionarios de la Ciudad de México argumentan que los altos costos de la vivienda en algunas partes de la capital son el resultado de años de gentrificación que comenzaron en la década de 1980, cuando una ola de nuevas construcciones tras un terremoto devastador dio paso a residentes más jóvenes y con más dinero.
Sin embargo, Diana Alarcón, una de las principales asesoras de la alcaldía, reconoció que los trabajadores a distancia también contribuyen al aumento del precio de la vivienda.
“Ciertamente, el hecho de que llegue una gran cantidad de gente a una sola zona con ingresos más altos, sí puede resultar en un aumento de precio”, afirmó. “Justo por esta razón es importante mostrar a los visitantes que hay muchas otras zonas por descubrir en la Ciudad de México”.
Ximena Gómez Gutiérrez, una joven de 24 años que viaja una hora desde su casa familiar en un estado vecino hasta su trabajo en una organización de derechos reproductivos en Ciudad de México, participó recientemente en una protesta por el nuevo programa Airbnb y la falta de vivienda asequible en la ciudad.
Vivir cerca de su trabajo y poder disfrutar de un animado estilo de vida urbano ha sido durante mucho tiempo un sueño, dijo Gutiérrez.
Pero, “mi sueldo no me alcanza para poder pensar en vivir” en la capital, dijo.